Almuerzo teatral
30 01 2011
Anoche acudí al teatro a ver una obra titulada “Almuerzo en casa de los Wittgenstein“. Se me ocurrió que sería divertido ver un trabajo que, en principio, trataba de uno de los principales filósofos del siglo XX.
Sin embargo, lo cierto es que resultó decepcionante. Y no, no fue por su tercer acto supuestamente “transgresor” ni por sus diálogos reiterativos e incluso algo tediosos (en los que la palabra “repulsivo” se convirtió en el latiguillo de turno) sino por la utilización burda de un personaje conocido para los del gremio (el de los filósofos, se entiende) con el que los creadores del espectáculo hicieron y deshicieron lo que quisieron.
Sabido es para todos los espectadores que una obra de teatro no es un fiel reflejo histórico de un personaje, y que hay adaptaciones, interpretaciones y versiones, pero coger la figura de Wittgenstein y destrozarla así…, tiene valor. De poco importa que el afamado pensador fuese atlético, enjuto, arrubiado y de ojos claros. El actor que le representaba se parecía mucho más al “Satur” de “Águila roja” que a un tipo de aspecto nórdico que encandilaba a sus pupilos con sus rasgos afilados y sus pensamientos innovadores.
Por si eso fuera poco, toda la obra gira en torno al supuesto internamiento de Wittgenstein en un afamado centro de hospitalización para dementes, acontecimiento más propio del sobrino del filósofo que de él mismo. Cierto es que Wittgenstein sufrió momentos depresivos, pero lejos de deberse a filias incentuosas con sus hermanas está documentado que tenían más que ver con su devoción pasional hacia alguno de sus amigos. Vamos, que han cogido a Wittgenstein y han hecho con él lo que han querido.
El autor de la obra original porque hizo un “remake” entre el sobrino y el propio Wittgenstein, la versión francesa porque se lo atribuyó todo al filósofo y la española porque mezcla churras con merinas y al final de Wittgenstein sólo queda el apellido, y el poder decir de vez en cuando “filósofo”, “lógica” o “catasfáltico” sin que la gente se levante y se vaya (que de todo hubo…).
Una pena. Suerte que al menos pudimos ver actuar a Carmen Machi que, al fin y al cabo, era la estrella de la obra y manejaba la voz como pocas. Lástima que este tipo de espectáculos sólo sirvan para apuntalar los viejos clichés del filósofo loco y no se profundice en las ideas de estos autores ni un poquito. Esperemos que para la próxima vez que hagan una obra sobre un filósofo tengan más cuidado y algo más de buen gusto.
Categorías : Curiosidades


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